El Calvo Liberal y la Economía
Este es el tercer post de este blog, en el que voy a hablar sobre mi punto de vista liberal, sobre como debemos ver a la economía. El tema de la economía es algo que me apasiona desde mi época universitaria, y aunque no soy un economista de carrera, tengo una base teórica sólida en cuanto a los fundamentos macroeconómicos, pero reconozco que la microeconomía no es mi punto fuerte, aunque sigo leyendo al respecto.
El liberalismo y la economía: una cuestión moral
Hablar de economía sin hablar de libertad es como hablar del cuerpo sin hablar del alma. Desde muy joven entendí que la economía no puede separarse de la moral. La libertad económica no es solo un sistema más eficiente, sino una expresión directa del respeto a la dignidad humana.
Me gusta ver la economía como un reflejo del individuo en acción: quien crea, produce, arriesga y asume las consecuencias de sus decisiones. Por eso, cada vez que el Estado pretende “ordenar” la economía, no solo distorsiona los precios; distorsiona la naturaleza misma de la libertad.
La advertencia de Hayek y Mises
Hayek lo dejó claro: cuando el poder político asume la tarea de dirigir el mercado, termina dirigiendo la vida de las personas. Esa idea, que muchos subestiman, es para mí fundamental. No se trata de eficiencia, se trata de libertad.
Mises profundizó aún más en esa conexión inseparable entre lo político y lo económico. No puede existir libertad política sin libertad económica. Quien controla los recursos, controla las decisiones, y quien controla las decisiones, controla la vida.
La Escuela Austríaca: economía como ciencia de la acción humana
Para entender a fondo el liberalismo económico, no puede faltar la escuela austríaca de economía, una corriente que profundiza en el individualismo metodológico. Jesús Huerta de Soto, un referente español actual, insiste en que la economía no es solo números, sino la ciencia que estudia la acción humana intencional.
La escuela austríaca nos muestra que el mercado es un proceso dinámico de descubrimiento y coordinación, nunca un mecanismo estático. Ludwig von Mises, Hayek y Rothbard destacaron que la información dispersa entre individuos solo puede ser ordenada gracias a la competencia y al sistema de precios.
Miguel Anxo Bastos, desde su mirada libertaria iberoamericana, aporta el análisis histórico-político al combinar el pensamiento austríaco con una fuerte crítica a los sistemas coercitivos en Latinoamérica, resaltando la importancia de la libertad económica para el desarrollo genuino.
Friedman, Rand y Bastiat: diferentes voces, misma batalla
Milton Friedman me inspiró por su lógica empírica: mostraba cómo una economía libre levanta a los más desfavorecidos sin necesidad de coerción ni asistencialismo perpetuo. En cambio, Ayn Rand lo defendió desde el plano moral. Para ella, el individuo debía ser un fin en sí mismo, no un medio para ningún supuesto “bien común”.
Bastiat, viejo conocido, es para mí la voz clave que une la ética y la economía. Su famosa metáfora de la “ventana rota” nos recuerda que los daños invisibles de la intervención estatal suelen pasar desapercibidos, mientras que los costos a largo plazo son reales y profundos.
Los Maestros Olvidados: Referentes Poco Conocidos de la Escuela Austriaca
Aunque los nombres de Mises, Hayek y Rothbard dominan las discusiones sobre economía liberal, la escuela austriaca tiene una profundidad que va mucho más allá. Hay pensadores cuyas contribuciones han sido eclipsadas por la historia, pero que siguen siendo fundamentales para entender esta tradición. Yo descubrí a estos autores tarde, casi por accidente, y es una lástima porque sus ideas merecen mucha más atención de la que reciben.
Eugen von Böhm-Bawerk: La teoría del capital que Marx no pudo refutar
Böhm-Bawerk fue el discípulo directo de Carl Menger, y desarrolló lo que considero una de las contribuciones más importantes pero menos comprendidas de la escuela austriaca: la teoría del capital y el interés. Mientras que los marxistas sostenían que el interés era «robo» o «explotación», Böhm-Bawerk ofreció una explicación profunda basada en la realidad psicológica del ser humano: la preferencia temporal.
Su argumento es elegante en su simplicidad. Las personas, por naturaleza, prefieren los bienes presentes sobre los bienes futuros. Esto no es una conclusión ideológica, sino una observación empírica de cómo actúan realmente los individuos. Si tengo la opción entre tener dinero hoy o dinero dentro de un año, preferiré tenerlo hoy, aunque sea la misma cantidad. Ese es el origen del interés, no la explotación. Cuando alguien me presta dinero, me está dando un bien presente a cambio de un bien futuro. El interés es simplemente el precio de esa transacción.
Lo que me fascina de Böhm-Bawerk es que refutó categóricamente a Marx sin ser dogmático. Mostró, con claridad casi quirúrgica, por qué la teoría de la explotación laboral de Marx era lógicamente inconsistente. Para mí, eso es el verdadero liberalismo en acción: la razón, no la emoción.
Friedrich von Wieser: El valor subjetivo llevado al extremo
Wieser, contemporáneo de Böhm-Bawerk, llevó el subjetivismo austríaco a nuevas dimensiones. Mientras que Menger había establecido que el valor es subjetivo, Wieser preguntó: ¿qué sucede cuando ese valor subjetivo se elige bajo coerción? ¿Cuál es el valor «natural» de las cosas?
Wieser es importante para mí porque fue el primero en introducir el concepto de «utilidad marginal» de manera formal. Pero más importante aún: fue capaz de reconocer que en un mundo de desigualdad de riqueza, el valor de los bienes se distorsiona. Eso no lo llevó a abogar por la intervención estatal, sino a profundizar en cómo entender esa realidad. Su trabajo en teoría de la imputación —cómo se distribuye el valor entre los factores de producción— sigue siendo usado hoy en microeconomía.
Ludwig Lachmann: El austriaco que desafió a los austriacos
Lachmann es un personaje fascinante. Fue miembro de la escuela austriaca, pero se atrevió a cuestionar ciertas direcciones que había tomado la tradición. Para Lachmann, la economía austríaca se había vuelto demasiado estática, demasiado matemática. Él insistía en que el verdadero núcleo de la escuela austriaca era la subjetividad radical, el reconocimiento de que los individuos actúan bajo incertidumbre y con información imperfecta.
Su contribución es crítica para entender el mercado como un proceso vivo, no como un mecanismo automático. Lachmann enfatizaba lo que llamaba el «proceso de mercado»: la idea de que la economía es constantemente dinámica, con errores, correcciones y ajustes perpetuos. Eso, para mí, es mucho más realista que cualquier modelo matemático que pretenda predecir los mercados con exactitud.
Frank Albert Fetter: El austriaco olvidado de América
Fetter fue el portador de la antorcha del liberalismo austriaco en Estados Unidos, pero hoy es prácticamente desconocido incluso en círculos libertarios. Eso es una tragedia intelectual. Fetter desarrolló una teoría unificada de la distribución que explicaba la relación entre capital, interés y renta desde la perspectiva austriaca. Su obra The Principles of Economics (1904) fue uno de los tratados más coherentes de la tradición austriaca, rivalizando en profundidad con La Acción Humana de Mises.
Lo que me atrae de Fetter es que no solo defendía teoréticamente la escuela austriaca, sino que la aplicaba a problemas concretos. Fue uno de los primeros en utilizar el análisis austríaco para criticar la idea del «monopolio» empresarial, mostrando cómo esa categoría es mucho más compleja de lo que los intervencionistas presumen. Para Fetter, el verdadero enemigo era la interferencia del Estado, no la competencia empresarial.
Fritz Machlup: El metodólogo austríaco
Machlup es menos conocido porque su trabajo se concentró en la metodología de la economía, no en la teoría sustantiva. Pero eso no lo hace menos importante. Fue discípulo directo de Mises en el famoso seminario privado de Viena, y pasó su vida clarificando cómo debería hacerse la economía desde la perspectiva austriaca.
Su contribución clave fue resolver un debate que ha perseguido a la escuela austriaca desde sus orígenes: ¿es posible verificar empíricamente las teorías económicas austríacas? Machlup mostró que la respuesta era sí, pero de una manera diferente a como lo hace la economía neoclásica. Para él, las proposiciones austriacas pueden ser verificadas indirectamente, a través de sus consecuencias, pero no directamente. Eso es crucial para entender por qué la escuela austriaca ha sido frecuentemente criticada: usa un estándar de verificación diferente, no mejor ni peor, solo diferente.
William Harold Hutt: El crítico silencioso de Keynes
Hutt es un caso particular. Aunque trabajó en la tradición austriaca, nunca se asoció formalmente con ella. Pero sus contribuciones son profundamente austríacas. Fue uno de los críticos más despiadados de Keynes durante la época en que el keynesianismo era prácticamente hegemónico en la profesión económica.
Lo notable de Hutt es que demostró, con rigor y sin compromiso, cómo la teoría keynesiana era fundamentalmente defectuosa. Mostró cómo los mercados competitivos, con salarios y precios flexibles, coordinan automáticamente la economía, y cómo cualquier interferencia estatal solo prolonga el desajuste. Su trabajo sobre el desempleo fue particularmente importante: explicó cómo el desempleo involuntario es un fenómeno principalmente causado por rigideces impuestas externamente, no por fallos inherentes del mercado.
Hutt trabajó en Sudáfrica durante gran parte de su carrera, lo que lo alejó del centro de poder intelectual occidental. Eso explica por qué es tan poco conocido, pero no justifica que sus contribuciones hayan sido ignoradas.
Gottfried von Haberler: El teórico de los ciclos
Haberler fue alumno de Mises, Wieser y otros grandes maestros austriacos. Se especializó en teoría del ciclo económico, un tema que siempre ha sido central en la escuela austriaca. Su obra más importante, Prosperidad y Depresión (1937), fue un esfuerzo magistral por sintetizar las diferentes teorías sobre los ciclos económicos, con un énfasis especial en la teoría austriaca.
Lo que me fascina de Haberler es su rigor. No simplemente aceptó la teoría austriaca del ciclo económico tal como la encontró; la refinó, la cuestionó, la mejoró. Demostró cómo los ciclos económicos son fundamentalmente causados por la expansión artificial del crédito, y cómo esa expansión distorsiona la estructura productiva, llevando inevitablemente a la corrección de esas distorsiones. Su análisis del «auge insostenible» es directamente aplicable a cada burbuja financiera que hemos presenciado.
Israel M. Kirzner: El empresario como descubridor
Kirzner es más conocido que los anteriores, pero aún no tiene el reconocimiento que merece. Fue discípulo directo de Mises y llevó la teoría del empresario a nuevas alturas. Mientras que Mises veía al empresario como el agente que actúa bajo incertidumbre, Kirzner lo vio como algo más profundo: como el descubridor de oportunidades que otros no ven.
Para Kirzner, la competencia no es un estado de equilibrio, sino un proceso continuo de descubrimiento. Los empresarios, mediante su «alerta emprendedora», descubren oportunidades de ganancia que surgieron de errores previos o de cambios en las condiciones del mercado. Esa es la verdadera competencia, no el modelo matemático de «competencia perfecta» que enseñan en las universidades.
Lo que me atrae de Kirzner es que su trabajo fundamenta moralmente el capitalismo de libre mercado. No se basa en la idea de que el mercado es eficiente en el sentido matemático, sino en que el mercado es justo: recompensa a quien descubre valor, y castiga a quien comete errores. Eso es ética, no solo economía.
Henry Hazlitt: El divulgador incomparable
Hazlitt fue un periodista y economista que se dedicó a hacer comprensible la economía austriaca para el público general. Su obra más famosa, Economía en una Lección (1946), es un modelo de claridad y precisión. En poco más de cien páginas, logra explicar los principios fundamentales de la economía liberal de una manera que cualquier persona con sentido común puede entender.
Lo que hace a Hazlitt especial es que no compromete la profundidad por la claridad. Su lección central —que debemos considerar no solo los efectos visibles de una política económica, sino también sus efectos invisibles— es pura sabiduría austríaca aplicada a la realidad política.
Roger W. Garrison: El matemático que no renegó de la teoría
Garrison representa una corriente más reciente de la escuela austriaca. Es un economista que se atrevió a utilizar herramientas matemáticas para modelar la teoría austriaca del ciclo económico, sin que ello lo llevara a abandonar los fundamentos subjetivistas de la escuela.
Su aportación es técnica, pero importante. Mostró que es posible formalizar la teoría austriaca del ciclo económico de manera coherente, respondiendo así a los críticos que afirmaban que la escuela austriaca era demasiado vaga o imprecisa. Su trabajo abrió camino para que la próxima generación de economistas austriacos pudiera competir en el terreno de la formalización sin sacrificar sus principios.
Leonard Edward Read y el Poder del Mercado Libre
Read es recordado por un ensayo: «Yo, Lápiz». Pero ese ensayo contiene una verdad que rebasa su brevedad. Cuenta cómo la existencia de un simple lápiz es el resultado de millones de decisiones individuales coordinadas no por un plan central, sino por el sistema de precios. Nadie planificó la producción mundial del lápiz. Nadie la ordena desde una oficina central. Sin embargo, existe una coordinación perfecta.
Eso es el mercado libre. Y Read lo explicó de una manera que ningún economista académico lo había hecho antes. Fue fundador de la Foundation for Economic Education (FEE), una institución dedicada a difundir los principios del libre mercado. Su legado es el de haber demostrado que la economía liberal no es una teoría abstracta, sino una descripción de cómo funciona realmente la realidad cuando se deja actuar a las personas libremente.
La Escuela Austríaca frente al Keynesianismo y la Teoría Monetaria Moderna
La escuela austríaca y el keynesianismo son, en esencia, dos formas opuestas de entender la realidad económica. Keynes creía que el Estado debía intervenir activamente para «corregir» los ciclos económicos, inyectando dinero en la economía cuando esta se desaceleraba. Esa idea, que suena razonable a primera vista, esconde un problema fundamental que la escuela austríaca ha denunciado siempre: distorsiona las señales del mercado y genera inflación artificial.
Mises y Hayek nos enseñaron que los ciclos económicos no son accidentes del mercado, sino consecuencias directas de la manipulación monetaria por parte de los bancos centrales. Cuando el Estado imprime dinero sin respaldo, lo único que hace es crear una ilusión temporal de prosperidad que termina en crisis más profundas. Es como darle más droga a un adicto esperando que se cure.
Jesús Huerta de Soto ha profundizado magistralmente en esta crítica, mostrando cómo la expansión crediticia artificial genera malas inversiones que distorsionan toda la estructura productiva. El dinero inyectado no aparece de la nada; tiene que venir de algún lado, y eso significa que alguien sufre las consecuencias mientras otros se benefician del engaño monetario inicial.
Ahora bien, la Teoría Monetaria Moderna (TMM) lleva el keynesianismo al absurdo. Sostiene que un gobierno con moneda propia puede gastar de manera ilimitada sin preocuparse por el déficit, porque siempre puede imprimir más dinero. Es el argumento de los políticos sin restricción presupuestaria. La escuela austríaca rechaza completamente esta lógica: no existe el dinero gratis. Cada billete impreso es una forma de robo silencioso contra los que ahorran y trabajan.
Miguel Anxo Bastos, desde su análisis crítico de las políticas económicas en Latinoamérica, ha mostrado cómo estos modelos keynesiano y de TMM han generado ciclos de inflación, endeudamiento y estancamiento en regiones que los adoptaron sin cuestionar sus fundamentos. El resultado es siempre el mismo: los más pobres terminan pagando el costo de la inflación, mientras que las élites conectadas al poder político se enriquecen con la expansión crediticia.
Para la escuela austríaca, la solución no es más intervención estatal, sino menos. Un mercado libre del dinero, sin manipulación, sin inyecciones artificiales, es el único camino hacia una economía estable y justa. Porque la verdad es incómoda: cuando un gobierno puede crear dinero de la nada, inevitablemente lo hace. Y cuando lo hace, siempre hay ganadores y perdedores. Los perdedores somos nosotros.
El falso enemigo: capitalismo vs. corporativismo
Uno de los errores más comunes es confundir el capitalismo con el mercantilismo moderno: ese sistema en el que las grandes corporaciones compran favores estatales, distorsionando la competencia real. Eso no es libre mercado; eso es la élite económica asociada al poder político.
Adam Smith ya había criticado en su tiempo a los empresarios que buscaban privilegios exclusivos. Bastiat lo reafirmó: el peor enemigo de la economía libre no es el socialismo, sino el privilegio disfrazado de ley.
La economía libre como acto moral
Lo repito siempre: la economía libre no es perfecta, pero es la única que respeta la libertad del individuo. No promete éxito, promete oportunidad. En el mercado puedo fracasar, pero el fracaso sigue siendo mío, no impuesto por decreto.
Como decía Bastiat, cuando los seres humanos actúan libremente, los intereses individuales terminan armonizándose de manera espontánea. Esa armonía no necesita planificación, solo necesita libertad.
Conclusión: una ética de la responsabilidad
Defender el liberalismo económico no es defender el egoísmo; es defender la responsabilidad. Significa creer que cada individuo puede crear valor por sí mismo, sin necesidad de tutelas.
Vivir en libertad económica es aceptar la adultez moral. Es reconocer que el progreso colectivo nace siempre del esfuerzo individual. Por eso, cada vez que elijo hablar de economía, en realidad estoy hablando de ética. De cómo vivir una vida digna, libre y responsable.
Espero que te haya gustado este post. En el próximo artículo hablaré sobre mi perspectiva acerca de la religión.
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